Con sus cientos y cientos de marcas, recuerda la historia de cada uno.
Sus heridas de batalla.
Los recuerdos, viajeros del tiempo, lo transportan a un pasado donde la vida era más fácil.
Siente la fuerza de la vejez que trata de derribarlo, pero ya se había acostumbrado.
Estira sus ramas, en un afán de tocar el cielo, pero sabe que no podrá. Cuantos momentos, cuando solo era un retoño, quería estirarse y tocar esa celeste superficie.
Mira hacia arriba, esperando que todo lo que el había creído fuera cierto.
Su madera empieza quebrarse.
Sus hojas se marchitan y caen, en una lluvia de colores sepia.
Ya no habrá más flores en ese viejo árbol.
Entonces cierra sus ojos, invisibles para el hombre.
Una última hoja cae, y choca contra el frío suelo de un invierno devastador.
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