No sabes en que momento empezaste a llorar.
Y entonces empiezan los nervios:
¿Me habrá visto alguien?
¿Que habrán pensado de que iba llorando?
¿Por qué nadie me avisó?
¿Ahora pareceré un loco entre mis amigos?
Pero lo que nunca te preguntas es por que lloraste.
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